Galápagos, San Cristóbal, lobos marinos y tiburones. III

 

Sinsonte de San Cristóbal (Mimus melanotis). Arxiu RMiB

HISTORIA DE LAS ISLAS GALÁPAGOS

Estas islas las descubrió en 1535 el barco que tripulaba fray Tomás de Berlanga, obispo de Panamá, por culpa de una calma chicha se desvió de una travesía hasta Lima. Su nao arribó a estas tierras alejadas 973 km de las costas continentales más próximas.

Se cree que la segunda visita fue en 1546 cuando uno de los capitanes de Pizarro, Diego de Rivadeneira embarranco en ellas huyendo de otro navío español, En medio de las guerras civiles de los conquistadores del Perú. En 1569 el geógrafo flamenco Gerardus Mercator publicó el mapa “Nova et Aucta Orbis Terrae Descriptio ad Usum Navigantium Emendate Accommodata” donde dibuja duplicadas las Galápagos. Un año después el cartógrafo Abraham Ortelius las incluyó en su atlas mundial, bautizándoles como “Insulae de los Galopegos”. Debió basarse en las crónicas de los primeros visitantes que señalaban que abundaban grandes tortugas terrestres. 


Tortuga gigante de sierra Negra (Chelonoidis guntheri). Arxiu RMiB

A finales del siguiente siglo se convirtieron en refugio de corsarios británicos que se dedicaban a atacar galeones españoles. Aprovecharon el archipiélago para abastecerse de madera, carne y agua hasta principios del siglo XIX. El corsario John Cook con su barco Batchelor's Delight fue el primero que documentó su desembarco, en el mes de mayo de 1687, hasta entonces muchos navegantes evitaban los bajíos y las abruptas costas de gran parte de Galápagos que además suelen estar envueltas en espesas neblinas. Diez años después el pirata ilustrado inglés William Dampier publicó el libro “Nuevo viaje alrededor del mundo”, en uno de los capítulos describía por primera vez las Galápagos desde la perspectiva de un naturalista.


Carta náútica de James Colnett, 1793

En 1700 arribó la expedición del francés Jacques Gouin, las denominó "isles Galapes". Uno de sus tripulantes, el ingeniero Duplessis dibujó acuarelas de algunos de sus especímenes que capturó. El 4 de noviembre de 1790 se acercó una de las naos de la expedición científica sufragada por España y comandada por el italiano Malaspina. De Galápagos solo tomaron breves anotaciones ya que el grueso de su flotilla decidió no acercarse por los desfavorables vientos que se encontraron. Con las anotaciones obtenidas en su extenso viaje elaboraron el informe: “Viaje científico-político alrededor del mundo”. Consta de cartas náuticas, informes mineros, recoge datos de cientos de animales y un herbario con miles de plantas. Tres años más tarde el capitán inglés James Colnett buscando aguas con abundancia de ballenas, levantó y después  publicó un mapa parcial del archipiélago.


Acuarela de un espécimen de Galápagos del francés Duplessis

En el primer decenio de 1800 desembarcó en isla Floreana el marinero irlandés Patrick Watkins que se convirtió en el primer habitante permanentemente del archipiélago. Se generalizaron las expediciones de balleneros que además emprendieron grandes matanzas de la fauna isleña. En 1823 el marino escocés Benjamin Morrell en sólo dos meses recogió 5.000 pieles de lobos marinos así como cientos de tortugas. En 1832 poco después de la independencia de Ecuador enviaron una expedición de colonos y militares que se anexionó estas tierras, las bautizaron como Archipiélago Colón. Durante todo este siglo se instalaron bases de balleneros británicos, japoneses y estadounidenses. Según algunos registros, sólo entre 1811-1844, capturaron 15.000 tortugas para alimento de sus tripulaciones. Actualmente se detectan 23 especies de ballenas y delfines en el archipiélago, destacan las poblaciones de rorcual tropical o ballena de bryde (Balaenoptera edeni). 

Con el asentamiento de pobladores más o menos estables se multiplicó la introducción de cabras y cerdos que se asilvestraron además llegaron roedores, estos invasores se multiplicaron y en poco tiempo provocaron una catástrofe ecológica. Los animales alóctonos competían por los escasos recursos o predaban sobre los animales autóctonos o sobre sus puestas, esto redujo e incluso provocó la extinción de algunas especies.


Charles Darwin, foto de Wikipedia


Charles Darwin visitó estas islas en 1835 a bordo del Beagle, el percibir la singularidad y diversificación de las especies que las poblaban le ayudó a madurar la Teoría del Origen de las Especies, aunque tardó más de veinte años en publicar sus teorías en el libro “Origen de las Especies” (1859). En esta obra propugna que la selección natural prima la supervivencia de los individuos más fuertes y mejor adaptados, frente a los más débiles, esto favorece la diversificación de las especies. 


Pelícano Pardo de Galápagos (Pelecanus occidentalis urinator). Arxiu RMiB


A principios del siglo XX se establecieron colonias penales, a pesar de ello el aislamiento de estas tierras limitaba la población. En la Segunda Guerra Mundial los norteamericanos montaron bases militares lo que significó una pérdida biodiversidad así como un aumento de ingresos para los isleños, con todo en 1950 sólo había 1500 habitantes censados en las Galápagos

 

Bahía Tijeretas, San Cristóbal, foto de Gerardo Aisa. 

PARQUE NACIONAL Y GESTIÓN DE LA PROTECCIÓN

Demográficamente todo cambió a partir de 1959 cuando Ecuador declaró el Parque Nacional. El crecimiento demográfico implicó que la población se duplicara, alcanzando los 3.488 vecinos en 1972. Se consolidó en 1978 cuando estas islas fueron designadas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, lo que favoreció el despegue del turismo internacional y el consiguiente crecimiento acelerado de la población, hoy viven poco más de 33.000 habitantes.

La declaración de Parque Nacional fue muy ambiciosa ya que abarcó el 97,5% del área emergida de Galápagos, unos 7.995,4 km², además restringió totalmente el acceso a gran parte de las áreas protegidas. Sólo las islas más pobladas como Santa Cruz y San Cristóbal conservaron elevados porcentajes de tierras libras de protección.


Iguana marina (Amblyrhynchus cristatus). Arxiu RMiB

En 1986 se amplió la protección al área marítima desde las costas hasta las 40 millas náuticas, creándose la segunda reserva marina más grande del planeta con 138 000 km². En la Reserva Marina de Galápagos se han registrado más de 2.909 especies, de la cuales 18,2% son endémicas. Dentro está prohibida la pesca industrial aunque existen presiones del sector pesquero del continente para que se autorice. Se permite la pesca artesanal de baja escala pero ha provocado la sobreexplotación de los recursos de mayor interés comercial. En 2005 se registró la entrada de 122.445 turistas, de los cuales el 56% realizaron actividades recreativas y visitas en más de 60 lugares turísticos de las aguas de la reserva marina.

Para permitir la sostenibilidad del turismo se limita el acceso del número de visitantes que acceden al archipiélago. Últimamente reciben cada año 200.000 visitantes que sostienen la práctica totalidad de puestos de trabajo, esto permite que la población local asuma de buen grado y respete las limitaciones proteccionistas. 


Piquero Patas Azules (Sula nebouxii). Arxiu RMiB

Antes de llegar los visitantes han de rellenar con antelación un impreso digital con las fechas de entrada y salida así como detallar los alojamientos contratados. En los aeropuertos y en todos los puertos hay controles del equipaje que intentan evitar la entrada o exportación de cualquier espécimen biológico.

En las zonas protegidas se delimitan claramente los senderos accesibles, las zonas autorizadas para el buceo o fondeo de embarcaciones. Para promover el empleo local y el control de los visitantes obligan que todo acceso a las áreas protegidas se haga acompañado de guías autorizados. 

Estas estrictas restricciones de acceso a las zonas protegidas junto con su gran extensión han permitido que se acelere la recuperación de una naturaleza prístina. Las playas y los fondos marinos están limpios y los animales no temen al hombre al que consideran una especie más con la que comparten su medio, sin entrar en competencia con él.


Isla Bartolomé, yates con los turistas. Arxiu RMiB


Gracias al cobro de 100 $ por el ingreso al archipiélago y otros 10 $ más por el acceso al parque nacional consiguen atraer visitantes de nivel económico medio-alto, que dejan ingresos jugosos. Buena parte de los fondos obtenidos con el turismo se reinvierten en la economía local y en acciones conservacionistas.

La sostenibilidad de un entorno con recursos limitados y aislado del resto del mundo pero que cuenta con jugosos ingresos procedentes del turismo permite la eclosión de muchas iniciativas ecológicas, como tener el primer aeropuerto del mundo totalmente "verde" o afrontar proyectos de descarbonización. Galápagos se ha convertido en un ejemplo de cómo debería ser todo el planeta.

Parte de los ingresos del turismo sufragan los centros de cría de tortugas gigantes, esto unido al esfuerzo del servicio de parques y la colaboración de fundaciones conservacionistas ha conseguido la recuperación de especies casi extintas, como la tortuga gigante de la isla Española (Chelonoidis hoodensis).


Tortuga gigante de sierra Negra (Chelonoidis guntheri) en Centro de Recuperación. Arxiu RMiB

También se costean campañas para erradicar especies invasoras, sirva como ejemplo es el caso de las cabras asilvestradas en isla Isabela. En 1997 había en libertad una población estimada de 250.000 cabras que competían con las especies autóctonas devorando la escasa vegetación. 

Para erradicarlas se les disparo desde helicópteros pero el 10% aprendió a huir del ruido de las hélices y sobrevivió. Hubo que cambiar de estrategia por lo que empezaron a capturarlas, esterilizarlas y además las impregnaban de con hormonas sexuales. Entre 1971 y 1982 se exterminaron unas 41.000 cabras salvajes y en 2006 lograron la práctica eliminación de las cabras, hoy solo quedan en libertad ejemplares estériles. 

Las cabras también fueron un problema en Isla Santiago, en 1813 el buque norteamericano “US Frigate Essex” dejó sueltas cuatro cabras que se multiplicaron con rapidez, invadiendo toda la isla y provocando la muerte de la mayoría de los animales autóctonos.

 

Bahía Tijeretas, San Cristóbal, Galápagos. Arxiu RMiB

Puerto Ayora, Santa Cruz, 13 de junio de 2022

Bien temprano nos embarcamos en la “fibra” que nos tenía que llevar a nuestra última etapa en Galápagos, a la isla de San Cristóbal. El 85% de su superficie terrestre está protegida, en ella viven 8.400 habitantes concentrados en la parte sur de la isla. Además de las abundantes colonias de lobos marinos destaca la variedad de especies y proximidad que ofrecen los pinzones de Darwin que facilitan la observación a los naturalistas. 


Rabihorcado Magnífico de las Galápagos (Fregata magnificens magnificens). Arxiu RMiB


Como es la isla más antigua geológicamente hablando posee mayor cantidad de suelos aptos para el cultivo, aquí producen naranjas, piñas, papayas, plátanos, limón, además de hortalizas y café de la variedad arábica.

En el interior de un antiguo cráter volcánico se esconde la laguna del Junco que es el mayor lago de agua dulce del archipiélago. Está rodeada de miconia (Miconia robinsoniana), unos arbustos de hojas rojizas que crecen gracias a la humedad que aportan las nieblas que se estancan en estas cumbres, por encima de los 500 de altitud.


Pardela de Galápagos (Puffinus subalaris). Arxiu RMiB


Durante la travesía de Santa Cruz a San Cristóbal observamos pardela del Pacífico, Wedge-tailed Shearwater (Ardenna pacifica), petrel de Galápagos, Galapagos Petrel (Pterodroma phaeopygia), piquero Nazca, Nazca Boody (Sula granti) y el omnipresente piquero de Patas Azules, Blue-footed Boody (Sula nebouxii).

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Canario María (Setophaga petechia aureola). Arxiu RMiB


Llegamos a Puerto Baquerizo Moreno pasadas las once horas de la mañana y después de dejar las maletas en el hotel Sunset y enseguida nos dirigimos al Cerro Tijeretas. Este fue uno de los lugares donde desembarcó Darwin, se trata de un área boscosa que cuenta con un centro de interpretación y senderos señalizados. 


Copetón de Galápagos (Myiarchus magnirostris). Arxiu RMiB


Hay cuatro miradores, uno de ellos en lo alto de un cerro de 200 metros de altitud que domina la ensenada Muelle Tijeretas, una bahía protegida con aguas trasparentes donde se puede bucear entre cientos de peces, enormes tortugas marinas y rodeado de juguetones lobos marinos que se acercan a los buceadores con curiosidad.


Lagartija de lava de San Cristóbal (Microlophus bivittatus). Arxiu RMiB


En el recorrido del sendero además de lagartijas de lava de San Cristóbal (Microlophus bivittatus) abundan las aves terrestres y marinas que ignoran a los paseantes. Nosotros disfrutamos con la observación de seis especies diferentes de pinzón de Darwin, además de otras delicatesen orníticas.


Pinzón de Darwin de Árbol Grande (Camarhynchus psittacula). Arxiu RMiB


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Tijeretas me pareció tan interesante que por la tarde regresé para bucear en estas aguas transparentes y fue una experiencia maravillosa. Las aguas estaban totalmente calmas, conforme caía la luz del sol cambiaba mi percepción del fondo rocoso y de sus habitantes. 


Cardumen de cardenales (Apogon atradorsatus). Arxiu RMiB


Pude identificar bastantes peces, desde grandes cardúmenes de pequeños cardenales (Apogon atradorsatus) o de ojón rayado (Xenocys jessiae), hasta otros de mayor porte y vivos coloridos como las damiselas de cola amarilla (Stegastes arcifrons) o las damiselas de cola blanca (Stegastes beebei). 


Pez bandera (Holacanthus passer). Arxiu RMiB


Destacaban por su diseño el pez bandera (Holacanthus passer) frente a las más sencillas lisas de rabo amarillo (Mugil rammelsbergi) que nadaban en grupos apretados, respecto de la forma el más singular era el pez erizo (Diodon hystrix)


Vieja copetona (Bodianus diplotaenia). Arxiu RMiB


El pez más grande que observé fue la vieja copetona (Bodianus diplotaenia). Sin duda lo mejor fue poder nadar cerca de tres enormes tortugas verdes de las Galápagos (Chelonia mydas agassisi) o comprobar como jugaban conmigo dos lobos marinos (Zalophus wollebaeki) que daban vueltas a mi alrededor a gran velocidad. 


Lobo Marino de Galápagos (Zalophus wollebaeki). Arxiu RMiB


Las rocas estaban tapizadas de algas, anémonas o pequeñas esponjas de todos los colores posibles, entre ellas pude reconocer erizos lapicero y erizos de mar verdes de Galápagos (Lytechinus semituberculatus).


Lobos marinos en Punta Carola. Arxiu RMiB

Regresé por el sendero que conduce hasta a la playa de Punta Carola, allí hay una nutrida colonia de cría de lobos marinos que comparten las blancas arenas coralinas o las sombras del manglar con cualquier bañista. Desde aquí se disfruta de una puesta de sol espectacular, pero yo me olvidé del astro y centré mi atención en la ronda de vigilancia que realizaba el enorme macho propietario de este harén de hembras con crías de todos los tamaños.


Macho de lobo marino en Punta Carola. Arxiu RMiB

Anocheciendo pasé por playa Mann donde había más lobos marinos sesteando o dando de mamar a sus crías. En el mismo paseo marítimo más lobos ocupaban los muelles, bancos y rocas que compartían con iguanas marinas y pelícanos pardos. Los lobos son tan numerosos que el municipio ha de limitarles el acceso al paseo marítimo y a las calles con cercados de tela metálica. Si estas barreras se pondrían a amantar en plena calle cortando el escaso tráfico o en las puertas de los comercios. Sospecho que en San Cristóbal hay más lobos marinos que habitantes.

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Garrapatero Aní (Crotophaga ani). Arxiu RMiB

 

Puerto Vaquerizo Moreno, San Cristóbal, 14 de junio de 2022

Antes del desayuno hice una escapada por el paseo marítimo. En el muelle del puerto hay una pequeña laguna separada de las aguas abiertas por una muralla de piedras y allí empiezan sus primeras clases de natación los pequeños lobos marinos de la zona. En las rocas descansan los coloridos cangrejos zapayas e iguanas marinas.


Martinete Coronado (Nyctanassa violacea). Arxiu RMiB


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León Dormido, San Cristóbal, Galápagos. Arxiu RMiB


A las 9 nos embarcamos en dirección a León Dormido, se trata de una formación rocosa de toba vertical que se eleva 148 metros en medio del océano, está a una hora y media de navegación del puerto. Primero le dimos una vuelta con la embarcación para observar las aves que descansan en sus acantilados verticales o en las repisas.

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Espnjas en León Dormido, San Cristóbal, Galápagos. Arxiu RMiB

Después nos pusimos el neopreno fino, aletas, gafas y tubo para lanzarnos a un agua de un azul marino intenso e indescriptible. El mar estaba tranquilo, las olas tenían forma de colina, el nivel del agua subía y bajaba alternativamente un par de metros sobre el acantilado, al bajar dejaba a la vista enormes lapas Lottia rothi

Una vez en el agua me sorprendió comprobar que estaba en la frontera de dos mundos muy distintos. Uno se aferraba a las aguas superficiales y se protegía con las paredes que caían verticales al fondo, este es un reino multicolor de esponjas y peces. El otro es el océano abierto y profundo, este universo está envuelto por un azul intenso, que cambia del azul claro en las proximidades de la superficie al azul oscuro que domina las profundidades.


Tiburón martillo común (Sphyrna lewini). Arxiu RMiB


Entre ambos mundos un enorme banco de peces plateados buscaba la protección de las paredes verticales y se arremolinaban formando un bando globoso que se partía cuando lo atravesaba una pareja de tiburón martillo común (Sphyrna lewini). Mi corazón latía acelerado mientras intentaba sacar una foto con mi vieja cámara Gopro Hero3+.


Tortuga verde de Galápagos (Chelonia mydas agassisi), macho. Arxiu RMiB


No debía alejarme de mis compañeros de buceo ni del guía que nos dirigía hacía las paredes rocosas, pero quedábamos hechizados con la presencia de varias tortugas verdes de Galápagos (Chelonia mydas agassisi) y una tortuga carey (Eretmochelys imbricata)

Este islote vertical está cortado por dos brechas abiertas por la erosión del océano, una está bloqueada por un desprendimiento de rocas, la otra abre un estrecho pasillo que puede atravesar una barca pequeña. Nadamos hasta la primera fisura y comprobamos el colorido de unas paredes que se hundían verticales y estaban totalmente tapizadas de vida.


Pez globo espinosos (Diodon holocanthus). Arxiu RMiB


Llegamos al estrecho corredor abierto por el mar, lo logramos atravesar acompasando el impulso de las aletas con las olas entrantes, una vez salía el reflujo del mar teníamos que acercarnos a las paredes e impulsarnos con fuerza para no retroceder. Me sorprendió que este agitado rincón estuviera lleno de peces globo espinosos (Diodon holocanthus), aparentemente parecen estar poco dotados para la natación con sus cuerpos rechonchos y sus pequeñas aletas natatorias y sin embargo estaban concentrados, quizás el mar concentra aquí los nutrientes de los que se alimentan. 


Tiburón de Galápagos (Carcharhinus galapagensis). Arxiu RMiB


Conseguimos atravesar el pasillo marino que parte las altas paredes pétreas, al otro lado sorprendimos un enorme banco de pequeños peces plateados que huían del ataque de un respetable tiburón de Galápagos (Carcharhinus galapagensis)

Nunca olvidaré esos intensos minutos de contacto con un mar sereno, pero que demostraba tener una fuerza imponente y con la multicolor vida oceánica que acoge. 

 

Pinzón de Darwin Terrestre Mediano (Geospiza fortis). Arxiu RMiB

Puerto Vaquerizo Moreno, San Cristóbal, 15 de junio de 2022

Esa mañana abandonábamos Galápagos pero aún saqué tiempo para disfrutar con los abundantes y variados pinzones de Darwin que llenan las calles de esta localidad. 


Pinzón de Darwin Terrestre Chico (Geospiza fuliginosa). Arxiu RMiB


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A las 10 cogimos el vuelo de regreso al continente sudamericano, tras los estrictos controles que pretenden evitar la exportación ilegal de cualquier ser vivo o resto biológico del archipiélago, embarcamos y nos despedimos con tristeza del paraíso.


Iguana común (Iguana iguana). Arxiu RMiB


Pasado el mediodía aterrizamos en Guayaquil, dejamos las maletas en el Hotel Unipark y tuvimos un poco de tiempo para pasear por el centro de la ciudad antes de la hora de la comida. Al caer la tarde empezaron a desaparecer los transeúntes por lo que ante la inseguridad de esta urbe nos acantonamos en el hotel. Yo dediqué mi tiempo a observar las aves desde el ventanal de un séptimo piso, justo encima del Parque de las Iguanas

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Rabijunco etéreo (Phaethon aethereus). Arxiu RMiB

 

Guayaquil, 16 de junio de 2022                                               

A la mañana siguiente madrugamos para llegar al aeropuerto y pasar los controles, regresábamos a casa. Aún tuve tiempo para pajarear desde los ventanales de la terminal que daban a los jardines del exterior. 

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Finalizaba un sueño utópico hecho realidad, regresaba a casa cargado de experiencias inolvidables, con muchas fotos, con el cuaderno de campo y las guías de aves llenas de notas. 

Observamos 317 especies de aves, 15 de mamíferos, 5 tipos de diferentes de anfibios y 17 de reptiles, 6 invertebrados marinos, 24 especies de peces marinos y 1 de río, 4 tipos de rayas y 4 de tiburones, 11 especies de mariposas, un saltamontes y una tarántula.

 

Piquero Nazca (Sula granti). Arxiu RMiB

DEDICATORIA


Gerardo Aisa. Arxiu RMiB


Gracias especiales a Gerardo Aísa, sin él y su generosidad este viaje no habría sido posible. A Maika Alquézar y Aurelio Sanz nuestros compañeros habituales de aventuras, a Fernando Sánchez-Heredero González de Viajes Azul Marino de València y a GASTON-SACAZE ECUADOR. Quiero agradecer a nuestro guía Paúl Urigüren y a nuestro conductor Wilmer su profesionalidad y su infatigable trabajo. Fueron capaces de aguantarnos tantas horas con una amable sonrisa permanente dibujada en sus rostros.


De izquierda a derecha; Maika, Paúl y Aurelio. Arxiu RMiB

De izquierda a derecha; Wilmer, Aurelio y Maika. Arxiu RMiB

Autor en Isla Santiago, foto de Gerardo Aisa


Texto y fotos de Rafa Muñoz/Arxiu RMiB. Otros autores especificados en el pie Foto.