Lobos Marinos de Galápagos

 

Lobos marinos de Galápagos. Arxiu RMiB

En el archipiélago viven dos especies de mamíferos otáridos y ambas son endémicas, son el lobo marino de Galápagos y el lobo peletero.

 

LOBO MARINO DE GALÁPAGOS

El lobo marino de Galápagos (Zalophus wollebaeki) tiene sus principales colonias en las islas orientales, San Cristóbal y la Española. Esta especie presenta un marcado dimorfismo sexual, los machos son más grandes y alcanzan los 270 cm de longitud y los 250 kg mientras que las hembras llegan a los 170 cm y 100 kg de peso.


Lobo marino de Galápagos. Arxiu RMiB


Algunos taxónomos la consideraron al lobo marino como una subespecie del león marino de California (Zalophus californianus), pero estudios genético-moleculares del Instituto de Genética de la Universidad de Colonia (Wolf et al. 2007) demostraron que ambas especies se habrían separado hace 2,3 millones de años.

Se distribuye por todo el archipiélago de las Galápagos, aunque se han llegado a detectar ejemplares divagantes cerca de las costas continentales de Ecuador, en la isla del Coco, a 500 km de distancia de Costa Rica (Halpin et al., 2009) o en las islas del Pacífico panameño.

En 1986 se creó una pequeña colonia de cría en la isla de la Plata que pertenece al Parque Nacional Machalilla, en la provincia ecuatoriana de Manabí y continúa activa (Aurioles y Trillmich, 2008).


Lobos marinos de Galápagos. Arxiu RMiB

 

COSTUMBRES

Viven entre 15 y 24 años (Aurioles y Trillmich, 2008). Forman grupos laxos compuestos por hasta 30 individuos en los que hay un macho dominante (Wolf et al., 2005; "Galápagos Sea Lion", 2006). Este se rodea de un harén de hembras adultas acompañadas de sus crías. No es infrecuente que algunos ejemplares se marchen y cambien de colonia.

Los machos son territoriales y no toleran la presencia de otros competidores adultos. Patrullan las aguas circundantes para captar hembras visitantes aunque pasan la mayor parte de su vigilia nupcial en la orilla de la colonia, entre 10 días y 3 meses, hasta que cubren a todas las hembras.

Si algún contrincante osa acercarse emiten ladridos intimidatorios para expulsarlo (Orr, 1967). Los solteros viven desterrados de las colonias de cría formando pequeños grupos en espera de crecer lo suficiente para poder conquistar su propio harén (Orr, 1967; Wolf et al., 2005).


Lobo marino de Galápagos. Arxiu RMiB


Durante la noche duermen en la parte alta de playas o rocas (Barlow, 1974; Orr, 1967; Wolf, et al., 2005) aunque no desprecian hacerlo en pantalanes o en los paseos marítimos, como el de Puerto Vaquerizo Moreno (San Cristóbal).

Al amanecer se internan agrupados al mar para cazar, no se suelen alejarse más de 16 km de las colonias (Barlow, 1974). Su dieta es variada la componen peces bentónicos como los serranos, sardinas o lubinas (Paralabrax sp.) y pelágicos como el perciforme Selar crumenophthalmus, óseos como los (Osteichthyes sp.), arenques del Pacífico (Clupea pallasii) o mictófidos como peces linterna (Myctophidae ssp.) que puede complementar con moluscos (Dellinger y Trillmich, 1999).


Lobo marino de Galápagos en isla Santiago. Arxiu RMiB


Para capturar sus presas pueden sumergirse hasta los 40 m de profundidad, aunque la mayor parte la obtienen en aguas superficiales. Suelen asociarse a grupos de piqueros y pelícanos para atacar los bancos de peces. En dos o tres horas consiguen todo el alimento necesario y regresan a las playas para descansar o hacer vida social (Orr, 1967).


Hembra y cría de lobo marino. Arxiu RMiB


Son animales muy lúdicos, dentro del agua se acercan con curiosidad al buceador hasta casi rozarlo y después dan vueltas juguetonas alrededor. En isla Santiago observé como salía del mar una hembra joven, se dejaba empujar por el oleaje, subía rodando la pendiente de la playa y quedaba totalmente rebozada de arena, quizás para rascarse o secarse. Una vez se retiraba la ola volvía a caer al mar mientras no dejaba de emitir gruñidos de placer. Cuando volvía la ola se repetía todo el proceso.


Colonia de cría de lobo marino de Galápagos en playa Punta Carola, San Cristóbal. Arxiu RMiB



 REPRODUCCIÓN


Lobo marino de Galápagos macho, custodiando colonia de cría en San Cristóbal. Arxiu RMiB


Ambos sexos alcanzan la madurez sexual a los 4 o 5 años (Aurioles y Trillmich, 2008). En época de reproducción, que va de mayo hasta enero del año siguiente, los machos “búfalo” acompañados de su harén se instalan en zonas costeras donde se producen los partos. Tienen una sola cría que pesa alrededor de 6 kg al nacer. Durante la primera semana de vida las madres no se separan de los neonatos, ambos aprenden a reconocerse mutuamente por la voz y el olor (Halpin et al., 2009), esto es básico para que puedan encontrarse dentro de una nutrida colonia. Cuando las crías alcanzan la segunda o tercera semana de vida las hembras entran en celo y se aparean, la gestación durará entre 342 y 365 días.


Cachorro de lobo marino esperando el regreso de su madre en la playa. Arxiu RMiB


Los primeros meses las madres solo dedican cortos periodos para alimentarse, regresan rápidamente para  amantar a sus retoños. Las crías aprenden a nadar muy temprano, en la primera o segunda semana de vida ya se introducen en piscinas naturales, como una que hay en Puerto Vaquerizo Moreno (San Cristóbal) o en calas resguardadas.


Cría pequeña de lobo marino en una piscina natural en Puerto Vaquerizo Moreno. Arxiu RMiB


Destetan a las crías pasados 11 o 12 meses, pero algunas llegan a amamantar a la vez a la cría de un año de edad y a la recién nacida, ya que los jóvenes siguen tutelados por sus madres hasta los dos o tres años de edad.


Hembra amamantando a un joven de un año en banco de Puerto Vaquerizo Moreno. Arxiu RMiB


Son animales muy descarados y curiosos que no tienen miedo del hombre. En Puerto Vaquerizo Moreno, San Cristóbal, algunas de las crías pequeñas descansan y se amamantan en los pantalanes, a lado mismo de las filas de pasajeros que hacen cola esperando para tomar un bote. Todas las playas cercanas a la población tienen su propia colonia de cría.


Hembra amamantando en San Crsitóbal


 PROBLEMÁTICA

Se estima que su población está cercana a los 50.000 ejemplares, pero puede fluctuar mucho según años. En los periodos de influencia climática de El Niño se bloquea la llegada de las corrientes frías que llevan aparejada la abundancia de alimentos. Entonces se producen hambrunas que provocan la muerte de buena parte de las crías del año y de los adultos más débiles. La situación se ha agravado algunos años al sumarse un brote de Poxviridae. Está incluido en la Categoría En Peligro de la Lista Roja de la UICN.


Lobo marino de Galápagos. Arxiu RMiB


En el mar sus únicos depredadores son los tiburones de las Islas Galápagos (Carcharhinus galapagensis) y las ocasionales orcas que se puedan acercar a estos mares. Los perros cimarrones pueden capturar algunas crías (Fariña, et al., 2003; Orr, 1967).


Lobos peleteros en Isabela, foto de Gerardo Aisa


LOBO PELETERO

El lobo peletero o lobo fino de Galápagos (Arctocephalus galapagoensis) macho llega hasta los 1,6 m de longitud y alcanza los 68 kg de peso. Tienen un dimorfismo sexual poco acusado, las hembras miden hasta los 1,3 m y un peso máximo de 34 kg. Es la especie de león marino más pequeña y tímida.

 

COSTUMBRES

Se alimenta principalmente de cefalópodos como el calamar gigante (Dosidicus gigas) o el calamar volador de neón (Ommastrephes bartramii), complementa su dieta con peces que se agrupan en cardúmenes como las sardinas peruanas (Sardinops sagax) (Páez-Rosas et al., 2014). Cazan durante la noche, suelen sumergirse hasta los 50 m de profundidad, aunque se ha comprobado que una hembra adulta bajó hasta los 169 m y permaneció bajo el agua 6,5 minutos.

Viven hasta los 20 años en costas rocosas o en playas, no les gusta tomar el sol y buscan lugares a la sombra, debajo de salientes rocosos o cuevas. Forman colonias de cría pequeñas de poco más de una decena de individuos en zonas resguardadas, principalmente en las islas occidentales, Isabela y Fernandina, aunque hay colonias de cría en 15 islas del archipiélago (Trillmich, 1979; Páez-Rosas et al. 2012). Es de costumbres más retraídas y difícil de observar que los lobos marinos de Galápagos.

 

Lobo peletero. Arxiu RMiB

REPRODUCCIÓN

Su temporada de reproducción se prolonga entre los meses de agosto y noviembre. Los machos a partir de los siete años de edad seleccionan zonas resguardadas de un máximo de 200 metros que defienden de otros competidores y a las que atraen a su harén. Para lograrlo deben dejar de alimentarse entre cuatro y seis semanas. Tras cubrir a la última hembra de su clan abandonan la colonia alimentarse y recuperar las fuerzas. A pesar de la intensa vigilancia de los propietarios del harén, algunos machos furtivos consiguen burlar la vigilancia, entran a la colonia y cubren alguna hembra.

Las hembras alcanzan la madurez sexual a los tres años de vida y no se alejan de sus colonias. Gestan durante un año entero, una semana después del parto las hembras copulan. Alumbran un sola cría que pesa de 3,4 a 3,8 kg, a la que alimentan con leche. No se separan de sus hijos durante la primera semana de vida.

Las crías dependen de su madre un año entero, aunque cuando los jóvenes son machos suelen permanecer con sus madres hasta los tres años de vida. Esto implica que hasta un 23% de los neonatos deben compartir la leche de sus madres con un hermano mayor y en años de escasez llega a provocar que el 80% de pequeños con hermanos mayores mueran en mes porque son los últimos en acceder a los pezones y mamar. Se ha comprobado que un 75% de las madres se vuelven agresivas con los hermanos mayores que acosan a las crías para acaparar la leche.

 

Lobos peleteros en Isabela. Arxiu RMiB

PROBLEMÁTICA

Durante el siglo XIX A. galapagoensis estuvo al borde de la extinción debido a la intensa cacería para obtener las pieles (Trillmich 1987). Según registros de pesquerías entre 1816 y 1933 se mataron 22.500 ejemplares. Ecuador dictó la creación del Parque Nacional y a partir de 1959 empezaron a recuperarse sus poblaciones.

Un censo realizado entre 1977 y 1978 estimó había entre 30.000 a 40.000 individuos, pero en el siguiente conteo realizado en 2001 sólo detectaron entre 6.000 y 8.000 ejemplares, esto implicaba una reducción del 80-85% (Alava y Salazar, 2006).

Sus únicos enemigos naturales son los perros salvajes que matan a las crías, aunque han sido exterminados de Isabela, o los grandes tiburones y orcas que pueden cazar adultos en aguas abiertas, aunque no suelen frecuentar estos mares.

Se cree que la principal causa de su descenso es el fenómeno meteorológico de El Niño, bloquea la entrada de corrientes de agua fría y del alimento que arrastran s (Hoffman et al., 2016). El Niño que afectó en la temporada de 1982-1983 provocó la muerte de casi todas las crías de ese año y un 30% de la población adulta. La dramática reducción de la disponibilidad de alimento provocada por El Niño de 2004-2005 provocó que algunos ejemplares se desplazaran hasta las costas continentales de Ecuador, donde incluso hubo dos partos (Felix. F et al. 2007).

Un análisis del ADN mitocondrial de 80 muestras de piel de cachorros recién nacidos de A. galapagoensis, capturados en ocho colonias de 4 islas del archipiélago de Galápagos: Isabela, Fernandina, Santiago y Pinta demuestra que los individuos de las localidades muestreadas comparten un total de diez haplotipos. Esto implica una baja variedad genética provocada por un posible evento de cuello de botella, aunque parece que en la actualidad sus poblaciones están en un proceso diversificación genética (Martínez León, D. 2017).

Esta especie está categorizada como en peligro de extinción por la IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), encuadrada en la categoría A2ab a causa de la reducción dramática del tamaño de la población (≥ 50%) durante los últimos 50 años o en cinco generaciones consecutivas.

 

Hábitat del lobo peletero en Isabela. Arxiu RMiB

Referencias y Bibliografía:

https://bioweb.bio/faunaweb/mammaliaweb/FichaEspecie/

Wolf, J., Tautz, D., Trillmich, F. (2007). “Galápagos and Californian sea lions are separate species: Genetic analysis of the genus Zalophus and its implications for conservation management”. Front Zool. 2007 Sep 15;4:20. doi: 10.1186/1742-9994-4-20.

 

Texto y fotos de Rafa Muñoz/Arxiu RMiB. Otros autores especificados en el pie de foto.

 

Iguanas y lagartijas de Galápagos

 

Iguana terrestre común de Galápagos (Conolophus subcristatus), Arxiu RMiB

En Galápagos viven tres especies endémicas de iguanas terrestres, pertenecen al género Conolophus. Son parientes muy próximos de la iguana del Caribe (Iguana delicatissima), algunos de los cuales debieron llegar al archipiélago flotando encima de restos de vegetación hace 10,5 millones de años.

Estos reptiles alcanzan hasta 120 cm de longitud y hasta los 70 años. Son animales de sangre fría que necesitan solearse antes de activarse, en momentos muy calurosos se resguardan a la sombra y en las noches frescas se refugian en huecos excavados en el suelo arenoso para mantener el calor corporal. Seleccionan para vivir zonas secas con cubierta vegetal.

Las iguanas son básicamente herbívoras, pueden ingerir cualquier parte de los cactus opuntia que componen un 80% de su dieta, desde las tiernas y jugosas flores o frutos, hasta las ásperas hojas o espinas. Ocasionalmente pueden consumir carroña o atrapar insectos grandes como langostas o ciempiés. Al vivir en zonas sin agua dulce obtienen la mayoría de la hidratación necesaria del cactus nopal, aunque en época de lluvias prefieren abrevar en charcos o manantiales.

Los neonatos y jóvenes hasta los cuatro años de edad pueden ser víctimas del gavilán de Galápagos (Buteo galapagoensis), de culebras de Galápagos como Pseudalsophis dorsalis y Pseudalsophis occidentalis, del búho campestre (Asio flammeus) además de garzas, todos estos predadores son especies autóctonas. Desde la llegada de nuestra especie al archipiélago se ha añadido la presión de perros, gatos, ratas y cerdos.

El inicio de su periodo fértil comienza entre los 8 y los 15 años de edad, se inicia al final de la temporada de lluvias entre finales de junio y septiembre. Los machos son territoriales y no dudan en enfrentarse a otros competidores que invadan sus dominios. En sus riñas se lanzan mordiscos o se golpean con las poderosas colas.

Intentan atraer a su feudo varias hembras. Una vez grávidas se desplazan incluso hasta 40 km de distancia para llegar a lugares arenosos propicios donde excavan un agujero de medio metro de profundidad en el que ponen entre 8 y 22 huevos, entre los meses de octubre y diciembre. Después de tapar el nido se quedan vigilándolo durante unos días para evitar que otras hembras lo dañen al intentar hacer sus propias puestas, no dudan entablar violentos combates para alejarlas. La incubación oscila entre los 85 y los 120 días.


Pinzón de Darwin Fuliginoso, Small ground finch (Geospiza fuliginosa). Arxiu RMiB


Las iguanas mantienen una relación simbiótica con los pinzones fuligionosos (Geospiza fuliginosa) y sinsontes (Nesomimus parvulus) que les libran de las garrapatas. Para invitar a las aves limpiadoras se estiran y quedan inmóviles mientras las aves acceden hasta los más recónditos rincones de su cuerpo.

En su visita al archipiélago en 1835, Charles Darwin describió esta especie y constató su parecido con las iguanas del continente aunque no tuvo especial interés por estos reptiles a los que llegó a calificar como “feos y estúpidos en apariencia”.

 


PROTECCIÓN

Las iguanas terrestres y marítimas de Galápagos están protegidas por las leyes internacionales. Su tenencia y comercio está regulado por el CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres). A pesar de ello siguen siendo víctimas del tráfico ilegal ya que los iguánidos tienen una legión de admiradores, ansiosos de poseer un ser grande, poderoso y feo, a la vez que plácido y resistente.

 

ESPECIES

Conolophus subcristatus en Seymour Norte. Arxiu RMiB


Iguana terrestre común de Galápagos (Conolophus subcristatus)

Antes del comienzo de los programas de manejo y reproducción en cautividad, la iguana terrestre común de Galápagos (Conolophus subcristatus) se distribuía sólo en las islas Isabela, Fernandina, Plaza Sur y Santa Cruz.

Esta especie tiene un acusado dimorfismo sexual, los machos son más grandes, presentan una coloración amarilla en cabeza y dorso mientras que en las extremidades posteriores, cola y dorso lucen un tono rojizo oscuro u oliváceo. Miden hasta 107 cm y llegan a pesan 12 kg. Las hembras son más pequeñas, miden hasta 91,8 cm y pesan 8 kg, sus escamas son predominantemente marrones. Ambos sexos poseen una cresta dorsal, patas cortas y musculosas que terminan en unos pies poderosos, sus dedos son pequeños y están armados con grandes uñas.

Se alimenta de bayas, semillas, cangrejos, escarabajos, grillos, saltamontes, carroñas e incluso devoran su propia piel después de las mudas.

C. subcristatus se extinguió en isla Santiago durante el siglo XIX a consecuencia de la presión que ejercieron cerdos y cabras sobre nidos y huevos. La última referencia de iguanas terrestres en Santiago es de la visita de Charles Darwin, en 1835.

Después de un intenso y caro programa de erradicación se consiguió eliminar los cerdos en 2001 y los chivos en 2008. En 2015 empezó el programa de reintroducción con ejemplares procedentes de Seymour Norte. Desde entonces se ha podido constatar la perfecta adaptación y el rápido crecimiento de su población, sólo en 2019 se liberaron 2.139 iguanas criadas en cautividad. La iguana terrestre ayuda al ecosistema favoreciendo la dispersión de semillas y la apertura de espacios aclarados sin vegetación cerrada.

También se extinguió en Rábida y sus poblaciones están muy mermadas en Santa Cruz, en Isabela tienen una situación más estable. 


Conolophus subcristatus en Seymour Norte, Arxiu RMiB


En 1930 no había iguanas en la isla Seymour Norte por lo que el magnate californiano William Randolph Hearst liberó ejemplares capturados en la vecina isla de Baltra. En 2020 un censo en Seymour Norte determinó que hay 4.571 individuos. La densidad de su población es muy elevada y ello está afectando la cubierta vegetal de la pequeña isla.

En Baltra se extinguieron poco después, en 1954. Se cree la causa fueron los disparos y atropellos por parte de las aburridas tropas norteamericanas que acantonaron allí en plena Guerra Fría. Para recuperarlas, las autoridades del parque nacional decidieron traslocar algunos individuos de la vecina Seymour Norte. En la actualidad se estima que su población es de 10.000 ejemplares adultos, está considerada como especie vulnerable por la Lista Roja de UICN.

En la isla Plaza Sur se han encontrado seis híbridos, procedentes del cruce de macho de iguana marina (Amblyrhynchus cristatus) con hembra de iguana terrestre amarilla (Conolophus subcristatus). Este pequeño islote de 0,13 km² está densamente poblado por 53 iguanas terrestres/hectárea y 49 iguanas marinas/hectárea. Se cree que sus descendientes no son fértiles y solo viven hasta 10 años por lo que no preocupa esta hibridación.

 

Conolophus pallidus. Foto de Benjamint444 en Wikipedia

Iguana terrestre de Santa Fe (Conolophus pallidus)

En la zona costera situada al este de la isla de Santa Fe vive la iguana terrestre de Santa Fe (Conolophus pallidus). Esta es una pequeña isla de 24 km² con una elevación máxima es de 250 m, su cubierta vegetal está formada por bosques abiertos de palo santo (Bursera graveolens) y nopal gigante (Opuntia echios) y pastizales secos.

Esta iguana la describió el zoólogo Edmund Heller en 1903, aunque algunos taxónomos cuestionan que C. pallidus sea una especie válida, creen que en realidad es una subespecie de C. subcristatus.

Morfológicamente es muy similar a la iguana terrestre común, aunque presenta un color más pálido y su hocico es más cónico y largo. Tiene la cresta dorsal más grande, los machos miden 114 cm de largo y pesan hasta 11 kg mientras que las hembras alcanzan 100 cm y pesan un máximo de 5,4 kg.

El 56% de su dieta lo compone la opuntia, que complementa con diferentes partes de otras 25 especies vegetales. Obtiene el 80% de la humedad que necesita consumiendo frutos, flores o almohadillas del nopal (Opuntia ficus-indica). Ocasionalmente pueden capturar escarabajos, ciempiés o carroña. Los juveniles son semiarbóreos, se refugian y alimentan entre las ramas de los arbustos donde capturan insectos que son el grueso de su dieta.

Los machos controlan territorios de un tamaño medio de 20m² donde pueden llegar a cubrir hasta 7 hembras. Mantienen una relación simbiótica con los pinzones de Darwin, se quedan inmóviles y los pájaros les libran de garrapatas y otros parásitos cutáneos.

Su población está catalogada como vulnerable por la Lista Roja de las Especies Amenazadas de la IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) ya que está distribuida en un área muy restringida pero se mantiene en condiciones óptimas gracias a que se han eliminado las especies invasoras en la década de 1970, se calcula que en la isla viven 7.500 individuos.

Iguana rosada, foto de Gentile, Gabriele, & Snell, Howard. (2009)

Iguana terrestre rosada (Conolophus marthae)

En 1986 se descubrió una nueva especie, la iguana terrestre rosada (Conolophus marthae). Hubo que esperar al análisis genético en 2009 y que se publicara su descripción (Gentile, Gabriele & Snell, Howard. 2009) para certificar que era una especie originada 5.700.000 años.

Tiene un área de distribución muy reducida con solo 25 km² y recóndita, está situada en la ladera norte y la cumbre del volcán Wolf, entre los 600 y los 1.700 m de altitud. Su hábitat lo compone el matorral seco tropical y el bosque seco tropical. No desciende dentro de la caldera como si lo hace C. subcristatus.

Los machos miden un máximo de 108,4 cm y las hembras 77,4 cm, pesan hasta 5 kg. Se diferencia de la iguana terrestre común en el tamaño de la cresta dorsal y por tener una coloración general de color rosa asalmonado, atravesada por anchas bandas verticales negruzcas en los costados.

Su estudio es muy complejo porque los científicos sólo pueden acceder con helicóptero por lo que desconocemos casi todo. Según un ecógrafo portátil por ultrasonidos con el que muestrearon 19 hembras, 5 estaban grávidas y tenían entre 3 y 11 huevos. Excavan madrigueras de hasta 3 metros de profundidad donde se deben refugiar de cualquier peligro y del frío.


Iguana rosada, foto de Gentile, Gabriele, & Snell, Howard. (2009)


Otro estudio liderado por la Dirección del Parque Nacional de Galápagos y la Universidad Tor Vergara de Italia, ha descartado la hibridación entre las iguanas terrestres amarillas (Conolophus subcristatus) y las iguanas rosadas (Conolophus marthae) que cohabitan en la cumbre de volcán Wolf, basándose en que las pautas cortejo que son muy diferentes en ambas especies y que no se observa hibridación en las muestras genéticas estudiadas.

Los adultos más pequeños deben temer a los ratoneros de las Galápagos (Buteo galapagoensis) además de los ataques de ratas y gatos. C. marthae tiene que competir por los alimentos y por los lugares de anidación con la población sinóptica de iguana terrestre común de Galápagos (C. subcristatus) con la que comparte el territorio y además es cuatro veces más abundante en el área que ocupa la rosada. Aquí no acaban los problemas, Wolf es un volcán activo que tiene frecuentes erupciones, la última tuvo lugar en 1982.

Preocupa que en los diferentes censos realizados no se han encontrado ejemplares jóvenes por lo que se plantea iniciar la reproducción en cautividad. Su población es extremadamente reducida ya que solo hay 192 ejemplares, en el breve periodo que se ha monitorizado parece que se mantiene constante. Por la suma de amenazas, lo reducido de su población y área de distribución, C. marthae está considerada en peligro crítico por la IUCN.

 

Iguana marina (Amblyrhynchus cristatus). Arxiu RMiB

 IGUANA MARINA

La singular iguana marina (Amblyrhynchus cristatus) es el único saurio vivo capaz de alimentarse en el mar. Su linaje se separó de las iguanas terrestres hace unos 8 millones de años.

Los machos son grandes alcanzan los 233 cm de longitud total y llegan a los 15 kg de peso, las hembras se quedan con unos respetables 160 cm. Su tamaño difiere entre las islas, en las más pequeñas las iguanas son enanas. Su piel escamosa tiene color oscuro, casi negro para poder absorber el calor del sol con rapidez y alcanzar su temperatura óptima que es de 35,5 °C, además les permite mimetizarse con las rocas de lava. Están provistas de un morro romo que les facilita arrancar las algas del fondo marino. Su cola es musculada y aplanada, la utiliza para impulsarse bajo el agua. Los machos tienen una cresta dorsal formada por escamas cónicas y puntiagudas, es más grande que la de hembras y jóvenes. Viven a lo largo de todas las costas del archipiélago y pueden alcanzar hasta 30 años de edad.


Iguana marina (Amblyrhynchus cristatus), Arxiu RMiB


Los adultos consumen algas, como la lamilla lechuga de mar de Galápagos (Ulva ssp.) para ello se sumergen hasta los 15 metros y bucean hasta 20 minutos sin necesidad de respirar. También pueden ingerir plantas en la playa, atrapar pequeños pulpos, crustáceos, saltamontes, cucarachas, carroña e incluso heces o placentas de leones marinos. Los juveniles con menos de 1,4 kg de peso deben conformarse con forrajear en la zona intermareal, su pequeño tamaño no les permite nadar y sumergirse con la suficiente efectividad.

En el mar de Galápagos la corriente cálida del Niño implica la reducción de algas verdes y rojas que son su principal alimento. En esa época proliferan las algas café que son de difícil digestión para estos saurios. En prolongadas épocas de escasez las iguanas pueden reducir su tamaño corporal, incluso menguar el tamaño de sus huesos. Cuando regresa la abundancia que traen las corrientes frías recuperaran su tamaño con rapidez y vuelven a crecer con normalidad. Gustan de vivir agrupadas y llegan a darse densidades de hasta 8.000 individuos por kilómetro de costa.


Iguana marina (Amblyrhynchus cristatus), Arxiu RMiB


Su jornada diaria comienza con un baño de los primeros rayos de sol para calentarse. Después se zambullen para alimentarse, sólo el 5% de su tiempo a esta actividad. Dentro del agua reducen su ritmo cardiaco para retrasar el enfriamiento. Una vez cubiertas sus necesidades alimenticias regresan a la orilla donde se tumban para solearse y recuperar la temperatura. Lanzan violentos estornudos para evacuar la sal acumulada durante las inmersiones. En las horas más calurosas se refugian a la sombra mientras que en las noches frescas se amontonan para mantener el calor corporal.


Juvenil de iguana marina, Arxiu RMiB

Entre los 3 y los 15 años de vida, antes las hembras que los machos, empieza su fertilidad. El celo coincide con la llegada del periodo de abundancia que traen las corrientes frías de la Niña. Este periodo difiere según islas pero en general se inicia entre diciembre y enero. Los machos defienden un territorio de entre 2 y 39 m² de otros competidores. No dudan en enfrentarse cara a cara en desafíos que incluyen empujones con la cabeza o mordiscos que pueden provocar grandes heridas. Sólo los individuos más grandes logran cubrir hasta 45 hembras. Las hembras eligen a los machos más grandes, un mes después de quedar grávidas, excavan un agujero en la arena donde depositan entre 1 y 6 huevos en la playa. Incluso llegan a enterrarlos en los alcorques del paseo marítimo de localidades como Puerto Vaquerizo Moreno.


Iguana marina (Amblyrhynchus cristatus), Arxiu RMiB

Los huevos tardarán hasta 20 días en eclosionar. Los neonatos se alimentan casi exclusivamente de las heces de los adultos, sin duda esto les facilita adquirir las bacterias que tienen los adultos en su tracto digestivo, que en un futuro les ayudará a digerir las algas. Tienen los mismos enemigos naturales que sus parientes terrestres a los que se añaden las gaviotas que no dudan atrapar las iguanas más pequeñas.

Otro ejemplo del experimento evolutivo que significan las islas Galápagos lo tenemos con las iguanas de la Isla Plaza Sur. Se han encontrado híbridos nacidos de macho de iguana marina y de hembra de terrestre, las crías nacen y prosperan pero son estériles.

 

Lagartija de lava de San Cristóbal (Microlophus bivittatus), foto de Gerardo Aisa

LAGARTIJAS DE LAVA

En Galápagos viven diez especies distintas de lagartijas de lava (Microlophus ssp.), son endémicas del archipiélago y se distribuyen por todas las islas grandes, excepto Genovesa.

Dependiendo de la especie tienen entre los 15 y los 30 cm de longitud. Los machos son mayores que las hembras y lucen libreas más coloridas. Las hembras visten tonos más apagados y miméticos, ambos sexos ajustan el color de su piel al del entorno en el que viven.


Lagartija de lava de Isabela (Microlophus albemarlensis). Foto de Gerardo Aisa


Son omnívoras y diurnas, consumen principalmente insectos, complementan la dieta con semillas u hojas. Viven un máximo de diez años. Los machos defienden hasta 400 m² de territorio en el que cubren un máximo de cuatro hembras. Estas entierran las puestas en suelos arenosps que incuba el sol durante unos tres meses.


Lagartija de lava Santa Cruz (Microlophus indefatigabilis), Seymour Norte, Arxiu RMiB


En Isabela Fernandina vive Microlophus albemarlensis en las zonas costeras, en Santa Fe se encuentra Microlophus barringtonensis, en San Cristóbal prospera Microlophus bivittatus, en la Española está Microlophus delanonis, en Pinzón vive Microlophus duncanensis, en Floreana encontraremos Microlophus grayii, en Santa Cruz, Seymour Norte y Baltra se presenta  Microlophus indefatigabilis, en isla Santiago y Bartolomé y en los islotes cercanos prospera Microlophus jacobi, en Pinta se ha identificado Microlophus pacificus, por último en Marchena aparece Microlophus habelii.


El autor en Isla Isabela delante de iguanas marinas. Foto de Gerardo Aisa


BIBILIOGRAFÍA Y REFERENCIAS

Arteaga A, Bustamante L, Vieira J, Guayasamin JM (Eds) (2020) Reptiles of Ecuador: Life in the middle of the world. Available from: www.reptilesofecuador.com

https://bioweb.bio/faunaweb/reptiliaweb/FichaEspecie/Conolophus%20subcristatus

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Valledor, A. (2018). “Tortugas Terrestres Gigantes. Una revisión histórica, taxonómica, ecológica y de su situación actual”. In Makaronesia. Boletín de la Asociación Amigos del Museo de la Naturelaza y Arqueología. Nº 20. Diciembre 2018. Pp 156-209.


Texto y fotos de Rafa Muñoz/Arxiu RMiB. Otros autores especificados en el pie Foto.





Tortugas Gigantes de Galápagos

 

C. vanderburghi en centro recuperación de Isabela. Arxiu RMiB

Las islas Galápagos están situadas lo suficientemente cerca del continente como para que pudieran llegar algunas especies navegando encima de restos vegetales o incluso flotando a la deriva. Una tortuga flota y puede sobrevivir hasta seis meses sin comer ni beber, según relatos de marineros. Las corrientes oceánicas empujan desde Sudamérica en dirección oeste, hasta al archipiélago. Esto le ocurrió al primer barco que arribó a estas tierras en 1535, al del obispo de Panamá fray Tomás de Berlanga.

Se cree que las tortugas llegaron al archipiélago hace 3 millones de años, por tanto serían los reptiles más antiguos en Galápagos. Una vez arribadas a las islas tortugas, iguanas o lagartijas supieron adaptarse a un mundo nuevo, muy diferente al continental. Se multiplicaron y expandieron por todo el archipiélago, con el aislamiento y ante la necesidad de adaptarse a un nuevo entorno, se diversificaron. En estas islas sobreviven 42 especies de reptiles endémicas en Galápagos.


Arxiu RMiB


Las tortugas prosperaron en 11 de las 15 islas mayores que forman este archipiélago alejado 1000 km de las costas sudamericanas. Dada la compleja orografía de las islas volcánicas, en las más grandes las algunas poblaciones de tortugas evolucionaron de forma independiente. En isla Isabela hay cinco especies y en Santa Cruz dos.


Carapachos tipo cúpula de tortugas de Galápagos. Arxiu RMiB


Resumiendo, no hay consenso entre los taxónomos por lo que podemos afirmar que llegó a haber entre 14 y 16 especies de tortugas gigantes, pertenecientes al Género Chelonoidis en las Galápagos. Chelonoidis tuvo hasta 11 especies más que prosperaron en islas del Caribe o en el continente sudamericano, la mayoría se extinguieron y hoy solo quedan 4, todas en Sudamérica.

Estos sorprendentes animales se adaptaron a la perfección a los ecosistemas isleños, gracias a que encontraron buenas densidades de vegetación, no tenían enemigos naturales y todo el año disfrutaban de la temperatura ideal para un animal de sangre fría. 

Los primeros naturalistas en arribar a las islas comprobaron a simple vista que las tortugas de las islas más montañosas, las que vivían en hábitats más húmedos y a mayor altitud, eran más grandes seguramente para conservar mejor el calor. Hoy son los quelonios más grandes que quedan en el planeta, llegan a pesar 350 kg y alcanzan hasta los 2 m de longitud, también además son los vertebrados más longevos.


Carapacho tipo silla de montar. Arxiu RMiB


Un de las características más evidentes es que las tortugas presentaban dos tipos de carapachos, las de las islas más húmedas como Isabela y Santa Cruz lo tenían abovedado en forma de cúpula lo que les permitía transitar entre la vegetación más espesa, además su cuello era corto. En las islas más áridas como Española, Pinzón y Pinta las tortugas eran más pequeñas pero tenían el caparazón en forma de silla de montar y un cuello largo que estirado les permitía acceder a los brotes más altos. En las islas con clima intermedio como San Cristóbal las tortugas tienen un caparazón intermedio entre cúpula y silla de montar.

 

James Burney. “A Chronological History of the Discoveries in the South Sea or Pacific Ocean”


EL FIN DEL AÍSLAMIENTO Y EL COMIENZO DE LA MASACRE

La prosperidad de sus poblaciones cambió radicalmente con la llegada de nuestra especie en 1535. Según estimas hasta ese momento debía haber unas 300.000 tortugas en el archipiélago. A ojos de un explorador de la época las tortugas eran tan abundantes y tan grandes que merecieron prestar su nombre al archipiélago, las bautizaron como “Insulae de los Galopegos”, islas Galápagos.

Los marineros conocían que las tortugas eran un recurso alimenticio muy valioso en alta mar. No necesitaban conservantes ya que se guardaban vivas en las bodegas y podían vivir varios meses sin comer ni beber. Su carne es muy sabrosa porque mantiene buena parte de su grasa original. Descubrieron que tenían almacenada agua dulce dentro de una vejiga, donde se mantenía en perfecto estado y se podía beber directamente, en caso de necesidad las sedientas tripulaciones recurrían a ella.

Todo navío que llegaba al archipiélago aprovisionaba sus bodegas con todas las tortugas que le cabían y no tenían que dedicar demasiado tiempo en capturarlas. Muchos navíos que debían atravesar el Pacífico incluyeron estas islas en sus trayectos por la facilidad de conseguir vituallas.

En los siguientes 300 años fondearon en sus costas cientos de barcos piratas, la marina de guerra y balleneros, cada embarcación cargaba desde uno a varios centenares de tortugas. Sólo en los libros de los balleneros norteamericanos se registró la extracción de 40.000 tortugas en 58 años, durante el siglo XIX. (Charles Townsend).

La captura de tortugas fue tan intensa que rápidamente redujeron sus poblaciones. Se rarificaron primero en las islas menos abruptas que contaban con fondeaderos seguros. Después se rarificaron en las ínsulas que contaban con agua dulce donde se instalaron las primeras colonias estables y por último llegaron a realizar penosas ascensiones a los lugares más recónditos con tal de obtener una buena cantidad de tortugas.


Retrato de Darwin en 1840 por George Richmond

 

Cuando Darwin desembarcó en Floreana en 1835, ya no pudo encontrar ninguna tortuga Chelonoidis niger, estaban a punto de extinguirse. De hecho no mencionó las tortugas gigantes en “El origen de las especies”, posiblemente porque no pudo recoger las suficientes muestras para compararlas. A principios del siglo XIX esta isla tenía 200 habitantes, la mayoría eran convictos condenados a trabajos forzados que se alimentaban casi exclusivamente de tortugas. Según descripciones de Robert Fitz-Roy, capitán del Beagle, los alrededores del precario asentamiento estaban llenos de caparazones vacíos de tortugas, además en las zonas más abruptas sólo se veían de cabras y cerdos asilvestrados.

Pocos años después de tomar posesión de las Galápagos, Ecuador estableció colonias en las islas más grandes; San Cristóbal, Santa Cruz e Isabela, esto multiplicó la presión sobre las tortugas locales. En 1900 todo empeoró porque empezaron a matarlas para extraer unos pocos litros de aceite con el que iluminaban ciudades como Guayaquil o Quito.

Simultáneamente aumentaban exponencialmente las poblaciones asilvestradas de gatos, perros, cerdos, cabras o burros, acompañados de ratas. Los herbívoros competían devorando las mismas plantas de las que se alimentaban las tortugas. Los perros, gatos y ratas comían huevos y tortugas jóvenes, finalmente los burros pisaban y destrozaban los nidos con huevos enterrados en la arena. Por si no tenían suficiente presión las tortugas, desde finales del XIX hasta principios del XX se generalizaron las expediciones científicas ávidas de colectar especímenes.

En 1954 llegó a Galápagos el etólogo Irenäus Eibl-Eibesfeldt, al desembarcar comprobó horrorizado como las playas estaban llenas de lobos marinos y pájaros muertos, había restos blanquecinos de caparazones de tortugas por doquier.

La biodiversidad de las islas estaba a punto de colapsar cuando el 4 de julio de 1959 Ecuador declaró Parque Nacional 7.970 km². Hizo coincidir la fecha de la declaración con el centenario de la publicación de “El Origen de las Especies” de Charles Darwin. Fue un decreto ambicioso pero tardaron 10 años en tener los medios para que se empezara a respetar la protección y poder poner en marcha ambiciosos programas de regeneración. Para ayudar desde el primer momento contaron con la colaboración de poderosas fundaciones como la Charles Darwin Foundation. Muy poco a poco empezó a cambiar la tendencia destructiva y a mejorar la situación de la biodiversidad de las islas.

En 1964 abrió sus puertas la estación biológica Estación Científica Charles Darwin (ECCD) en Puerto Ayora, Santa Cruz. 

Un año después se inauguró el primer centro de cría en cautividad Fausto Llerena, en Santa Cruz cuando solo quedaban 3.000 quelonios en el archipiélago. En 1965 se inició el programa de cría en cautividad de tortugas. Este centro está encargado de reproducir y reintroducir C. duncanensis y C. darwini, en Pinzón y Santiago. El Centro cuenta con siete corrales que albergan tortugas reproductoras de C. hoodensis procedentes de la Española que también se están introduciendo en Floreana. En 2019 se obtuvieron 25 huevos procedentes de 35 nidos, las puestas se iniciaron en julio y los huevos eclosionaron después de 120 días en incubadoras. A 29,5° se desarrollan hembras, con temperatura media de 28° obtienen machos. Después del éxito se han abierto dos sedes más, en 1993 se inauguró el Centro Arnaldo Tupiza en Isabela y el Centro de Crianza David González de San Cristóbal especializado en C. chathamensis

Gracias a la protección y los programas de reproducción en cautividad se han liberado más de 6000 ejemplares. Se estima que hoy pisan las islas entre 30 y 40.000 tortugas gigantes, el 90% en libertad y el 10% restante en los centros de Recuperación. 

Otra de las organizaciones que trabaja activamente en el proyecto de Restauración de Tortugas Gigantes (GTRI) es la ONG Galapagos Conservancy, creada en 1985. Tiene como objetivo de desarrollar proyectos de investigación, de capacitación y educación que promuevan la conservación de los ecosistemas de Galápagos. Colaboran activamente con la Dirección del Parque Nacional Galápagos (DPNG) la State University of New York-Syracuse y la Yale University realizando estudios y censos de la población de tortugas gigantes de San Cristóbal, la del Este de Santa Cruz, también han elaborado el mapa genético de las tortugas de San Cristóbal y de Pinzón

Las tortugas involuntariamente están ayudando a extender las plantas invasoras como la mora, guayaba, sauco y la tradescantia. Entran a las fincas agrícolas semiabandonadas y al consumirlas esparcen sus semillas.

A pesar de los estrictos controles las amenazas continúan, en 2018 se robaron 123 crías de C. vicinia y C. guntheri en el Centro de Cría Arnaldo Tupiza de Isabela. En 2019 encontraron en Perú un autobús con un paquete que contenía 29 tortugas gigantes de Galápagos. Solo sobrevivieron 26 ejemplares, 18 eran originarias de Isabela y 8 de San Cristóbal. El 28 de marzo de 2021 se encontró en el aeropuerto de Baltra una maleta 185 neonatos de tortuga gigante con destino a Guayaquil. Los tribunales condenaron a tres años de cárcel al policía responsable del envío.


Mapa de Galápagos y distribución de tortugas gigantes. Arxiu RMiB


Partiendo de la unidad geográfica que representa cada isla repasaremos las principales características de las diferentes especies de tortugas y haremos un breve repaso histórico por su estado de conservación.


ISLA FLOREANA

Esta isla tiene una superficie de 173 km, su mayor cumbre alcanza los 444 m. Aquí prosperaba la especie de tortuga que tenía los machos más grandes, la tortuga gigante de Floreana (Chelonoidis niger), alcanzaban los 137,6 cm de longitud y las hembras 88 cm. Tenía el caparazón con un ensillado muy pronunciado. Vivía en el bosque caducifolio y en el siempreverde. Se alimentaba de cactus, arbustos y pastos. Bebía el agua que se acumulaba en las grietas o que brotaba en los manantiales.

Antes de la arribada de nuestra especie había una población estimada en 8.000 individuos. Fue de las primeras que sufrió nuestra presencia ya que esta isla tiene agua dulce y sus costas son fácilmente accesibles. Allí fue donde las primeras tripulaciones fueron a capturar toda tortuga que encontraban y no tardaron en soltar cabras, cerdos, perros, gatos y burros, e involuntariamente las ratas.

Por si las tortugas no tenían bastantes problemas de conservación en 1813 hubo una erupción volcánica que debió exterminar buena parte de su población. No tardó mucho en llegar la puntilla definitiva, en 1820 un ballenero provocó un pavoroso incendio que acabó con las escasas supervivientes, se consideró extinguida en 1850.

En 2008 una investigación del ADN mitocondrial de especímenes en colecciones museísticas identificó la secuencia genética de esta especie y la definió. En 2015 una expedición científica al volcán Wolf, en isla Isabela, encontró 150 tortugas con caparazón tipo montura. Un posterior análisis genético demostró que 127 de ellas tenían diferentes niveles de ascendencia de la tortuga de Floreana. Esta enorme cantidad de híbridos llevó a deducir todavía debía quedar vivo un macho puro además de otro que debía tener gran parte de su carga genética original de C. niger.


Caparazón de C. niger, grabado de Albert Günther en 1902. Museo Hist. Nat. Londres


¿Por qué había híbridos C. niger originarios de Floreana en un volcán de la isla Isabela?

Había evidencia escrita que los balleneros que partían a internarse en el Pacífico, para aligerar la carga de sus bodegas y ganar navegabilidad, al llegar a Puerto Bravo arrojaban el exceso de tortugas capturadas en otras islas. Este fondeadero está ubicado en la falda del volcán Wolf y, sin duda, algunas tortugas conseguirían llegar a Isabela. Las supervivientes C. niger se cruzaron con las locales C. becki. Pasados 200 años que con la longevidad de las tortugas apenas son 2 o 3 generaciones, algunos de sus descendientes conservaban buena parte de los genes de especies extinguidas en sus islas de origen.

Los científicos seleccionaron 30 ejemplares híbridos con la mayor parte del linaje de las especies originales. Una de ellas estaba muy próxima a C. abingdonii de la isla Pinta, otras 29 conservaban muchos genes de C. niger, ambas especies estaban extinguidas en sus islas originales.

De las 29 tortugas C. niger híbridas halladas en Wolf, 11 eran machos y 18 hembras. En marzo de 2017 comenzó la reproducción en cautividad de estos ejemplares. Colocaron dos terceras partes de los huevos en una incubadora mantenida a 29,5° para obtener hembras y la tercera parte restante se introdujo en otra a 28° para obtener machos. En noviembre del mismo año eclosionaron los primeros huevos en cautividad de los que nacieron seis hembras. En 2018 ya habían nacido 67 tortugas muy próximas a C. niger.


C. wallacei, original de isla Rábida

 

ISLA RÁBIDA

Hay controversia entre los taxónomos sobre la teórica existencia de una tortuga gigante de la Rábida (Chelonoidis wallacei). Solo consta la existencia de un ejemplar recolectado en 1905, aunque hay crónicas de navegantes que afirman que había huellas de tortugas en 1897. Esta isla tiene un buen fondeadero y desde el primer momento fue frecuentada por embarcaciones. Algunos autores dudan que el ejemplar patrón de esta especie fuera originario de Rábida, sostienen que bien podría ser un híbrido cruzado con Chelonoidis guntheri procedente de Isabela, que algún navegante abandonó en esta pequeña isla.


Tortuga gigante de isla Pinzón (Chelonoidis duncanensis) 

 

ISLA PINZÓN

Esta isla es pequeña con una extensión de sólo 18 km², sorprende que con ese tamaño alcance la respetable altura de 458 m. Está situada muy próxima a Santa Cruz, su abrupta costa está formada por altos acantilados.

La tortuga gigante de isla Pinzón (Chelonoidis duncanensis) es de las más pequeñas de Galápagos, los machos alcanzan los 85,5 cm y las hembras se quedan en 79.5 cm. Tiene un caparazón con forma de silla de montar de color marrón-gris, la hendidura cervical del caparazón es poco pronunciada.

Es una tortuga diurna que vive en el bosque caducifolio y en el siempreverde, su área se reduce a 20 km². Consume cualquier materia vegetal que encuentre incluidos musgos o líquenes, gustan de beber en estanques estacionales.

En la isla había una población aproximada de 850 ejemplares antes de la llegada de nuestra especie. Aunque era difícil acceder, entre 1788 y 1868 los balleneros escalaron su costa para capturar tortugas y con ellos desembarcaron nuestros peligrosos comensales, la rata negra (Rattus rattus) y la rata marrón (Rattus norvegicus) que se expandieron tanto que devoraron todas las puestas y mataron todos los ejemplares jóvenes. En 2018 se ha conseguido eliminarlas gracias al uso sistemático de raticidas. 

En 1965 cuando llegó la primera expedición conservacionista sólo encontró ejemplares envejecidos. El zoólogo británico Roger Perry  llevó a la Estación Científica Charles Darwin los últimos huevos que pudieron descubrir y lograron incubarlos en cautividad, con ellos se iniciaba el programa de cría en cautividad de tortugas gigantes y fue un éxito ya que salvó de la extinción a esta especie. El 75% de los jóvenes reintroducidos con cuatro o cinco años de edad logran sobrevivir, hoy se calcula que hay 800 individuos en libertad. La labor se complementa con las constantes campañas de erradicación de roedores.


Foto de Arturo de Frías Marques, Solitario George en 2008. Wikipedia.

 

ISLA PINTA

Esta isla de 60 km² y una altura máxima de 777 m, está situada en el extremo norte del archipiélago. Aquí vivía la tortuga gigante de Pinta (Chelonoidis abingdonii). Como la mayoría de sus parientes se encontraba en el bosque caducifolio, en el bosque montano siempreverde y en pastizales húmedos. Se alimentaba de cactus, tenía un caparazón con forma de silla de montar muy estrecho, el tamaño máximo de los machos alcanzaba los 97,8 cm.

Esta especie era común hasta 1831, según registros de los navíos, en 37 años los que fondearon en sus costas capturaron 455 tortugas. Ya debía ser una especie muy escasa cuando en 1958 se introdujeron cabras, al multiplicarse arrasaron con gran parte de la rica y diversa vegetación isleña, poco después debieron desaparecer las tortugas.

En 1971 el biólogo húngaro Joseph Vagvolgyi descubrió un enorme macho que llamó “Solitario George”. Al comprobar que era el último ejemplar que quedaba vivo lo trasladaron a la Estación Científica Charles Darwin, en Santa Cruz. Intentaron cruzarlo sin éxito con dos hembras de la especie genéticamente más próxima, la tortuga gigante del volcán Wolf (Chelonoidis becki). Finalmente murió en 2012 cuando contaba con una edad aproximada a los cien años, con su desaparición se certificó la extinción de su especie.

En 2008 se comprobó que una de las hembras colectada por la expedición científica al Volcán Wolf compartía buena parte de su carga genética con la extinta C. abingdonii. Mediante cruces selectivos se va intentar la “resurrección” de una especie genéticamente próxima al difunto “Solitario George”.

 

 

Reintroducción de C. hoodensis en la isla de Santa Fe

ISLA SANTA FE

Esta es una pequeña isla que cuenta con una superficie de 24 km² y una modesta altitud de 254 m. Está situada a medio camino entre Santa Cruz y San Cristóbal pero al no tener agua dulce no se estableció nuestra especie. Relatos de balleneros afirmaban que cazaron tortugas hasta 1890.

Una expedición científica encontró restos óseos de quelonios, de su análisis se dedujo que pertenecían a una especie genéticamente próxima a C. hoodensis, la tortuga de la Española. , La secuencia genética obtenida no ha permitido describir esta teórica especie extinta y por tanto carece de nombre.

Dado que la presencia de tortugas beneficia a la dispersión y germinación de la vegetación autóctona, se autorizó a Giant Tortoise Restoration Initiative a reintroducir C. hoodensis. Entre 2015 y 2021 se han liberado 742 tortugas gigantes de la Española, las recién llegadas se han adaptado perfectamente y la calidad de la estructura vegetal de la isla ha mejorado sensiblemente, principalmente las opuntias.


Foto de Fernanda de Marcelo Mata @Marcelo_MataG / C. phantasticus hembra feb.2019

 

ISLA FERNANDINA

Esta isla es la tercera en superficie con 642 km² y una altura máxima de 1.494 m, además es la isla deshabitada más grande. Está localizada en el extremo occidental del archipiélago y geológicamente es la más joven, por tanto, el cráter de La Cumbre es el que presenta mayor actividad volcánica del archipiélago. En 1846 tuvo una erupción muy violenta que solo dejó 137 km² libres de coladas. Esto redujo dramáticamente el hábitat de las tortugas, debieron sobrevivir muy pocas, al menos esto evitó la invasión de mamíferos alóctonos.

La tortuga gigante de Fernandina (Chelonoidis phantasticus) tiene un marcado dimorfismo, los machos alcanzan los 87,6 cm mientras que las hembras solo llegan a los 62 cm. Viven en los bosques caducifolios y se alimentaban plantas herbáceas, hojas tiernas de arbustos y cactus.

No constan registros de navegantes que capturaran tortugas en Fernandina, no se acercaron por miedo a las continuas erupciones. En 1906 desembarcó una expedición “científica” de la Academia de Ciencias de California y sólo pudieron capturar un macho grande, ¡después de matarlo!

En las visitas realizadas por el personal del Parque Nacional entre 1964 y 2013 se encontraron excrementos de tortugas recientes y algunas mordeduras en cactus. Incluso se llegó a comunicar un avistamiento que después no se pudo confirmar.

Hubo que esperar hasta febrero de 2019 para que otra expedición científica encontrara una hembra adulta viva de 54 cm, que bautizaron como “Fernanda”, cuenta con una edad estimada de 50 años. Al animal lo encontraron dentro de una reducida mancha de vegetación rodeada de extensas coladas de lava. Se cree que quedó aislada cuando era un juvenil y creció con falta de alimento ya que solo pesaba 18,4 kg, una hembra adulta de su edad debería alcanzar los 50 kg. Su talla también era mucho más pequeña, medía 54,3 cm cuando debería pasar los 60 cm. Una vez trasladada al Centro de Cría en Cautividad Fausto Llerena, en Santa Cruz, la hembra ha aumentado 10 kg de peso y ha crecido 3 mm. La Universidad de Yale (EEUU) realizó análisis genéticos comparándola con el macho muerto en 1906 y ha determinado que Fernanda pertenece a la especie C. phantasticus.

 

Tortuga gigante de San Cristóbal (Chelonoidis chathamensis)

ISLA SAN CRISTÓBAL

San Cristóbal tiene una superficie de 558 km² y una altura máxima que llega a los 759 m. En teoría en ella sobrevive la tortuga gigante de San Cristóbal (Chelonoidis chathamensis), enseguida veremos porqué “en teoría”. Esta especie tiene el caparazón moderadamente ensillado, los machos alcanzan los 98,3 cm de longitud y las hembras 89,7 cm. Selecciona para vivir el bosque caducifolios, matorrales y pastos secos.

Su población original debía rondar los 24.000 pero se redujo drásticamente a consecuencia de la acción humana, de los perros que comían jóvenes o huevos y los burros que pisoteaban sus nidos.

En 1960 se llegó a creer que se había extinguido, aunque pocos después encontraron un grupo de 69 ejemplares viviendo en un lugar recóndito. En 1970 empezaron las campañas para erradicar los perros salvajes además de vallar los nidos para protegerlos. En 2002 se inauguraba en la isla el Centro de Crianza de Tortugas Jacinto Gordillo y en 2005 nacía la primera C. chathamensis en cautividad.

Gracias a estas actuaciones reforzadas con la cría en cautividad consiguieron que remontara su población, en 2016 rondaba los 1.824 individuos que vivían confinados en una zona de 52 km² en el noreste de la isla, en la llamada Galapaguera Natural.

En febrero de 2022 una revolucionaria publicación en la revista Nature's Heredity, después de analizar las muestras de museos y cadáveres encontrados en una cueva, arrojaba unas conclusiones sorprendentes, las tortugas actuales de San Cristóbal pertenecían a un nuevo linaje no descrito. C. chathamensis sería otra especie nativa de esta isla que se extinguió y a ella pertenecerían los restos y las muestras que guardan los museos.

 

 

Tortuga gigante de Santiago (Chelonoidis darwini)


ISLA SANTIAGO

Esta isla deshabitada tiene una superficie de 585 km² y su altura máxima alcanza los 920 m. En ella vive la tortuga gigante de Santiago (Chelonoidis darwini), los machos alcanzan los 125,6 cm y las hembras 82,1 cm. Utiliza el bosque caducifolio, bosque siempreverde montano y pastizales húmedos donde se alimenta de cactus, hierba y pastos.

Esta especie gusta de beber con frecuencia por lo que se concentra en los estanques estacionales, aunque pueden vivir hasta seis meses sin agua. Los balleneros descubrieron que la almacenaban en una vejiga y allí permanecía limpia y pura, perfectamente potable. Esto aumentó el interés por almacenarlas vivas en las bodegas. Los jóvenes se establecen en las zonas bajas hasta los 10 o 15 años, una vez alcanzan la madurez sexual a los veinte años regresan a las zonas altas, allí los machos realizan fieros combates para competir por las hembras.

Se calcula llegó a haber 24.000 individuos de los que se perdió 95% de su población. Las principales causas de su declive fueron la caza, entre 1788 y 1868 por las capturas por parte de balleneros. En los 180 años posteriores se sumó la introducción de cabras, burros y cerdos que afectaron gravemente, devoraron la vegetación de las partes bajas llegando a convertirlas en un desierto, las tortugas tuvieron que recluirse en las zonas más altas. Su población quedó muy descompensada, de los 500 ejemplares que sobrevivían en 1970 la mayoría eran machos, seguramente su mayor tamaño les evitó la caza, además las pocas hembras que quedaban también era muy viejas, por tanto las más pesadas y difíciles de transportar a la costa para cargarlas en las bodegas.

Hubo que postergar el primer censo general de C. darwini hasta 2016, además del tamaño de esta isla, para llegar a la parte húmeda donde viven las tortugas hay que atravesar una espesa muralla espinosa formada por el arbusto autóctono rodilla de caballo (Clerodendrum molle). Hoy su población ha aumentado hasta los 1.700 ejemplares gracias a las campañas de erradicación de especies invasoras y a la cría en cautividad en el Centro de Crianza Fausto Llerena en Santa Cruz.

 

ISLA ISABELA

Isabela es la isla más grande del archipiélago, tiene una superficie de 4.588 km², su mayor altura es el volcán Wolf con 1707 msnm. Esta isla se formó por la unión de las coladas de seis volcanes y cinco de ellos tienen una especie exclusiva de tortuga gigante.


Tortuga gigante del volcán Wolf (Chelonoidis becki)


La tortuga gigante del volcán Wolf (Chelonoidis becki) tiene un marcado dimorfismo sexual, los machos alcanzan los 123,5 cm de longitud mientras que las hembras solo llegan a 70,9 cm. Hay dos variedades que se diferencian por la estructura del caparazón en la zona de las escamas nucales. Una raza tiene el carapacho en forma de cúpula mientras que otras lo tienen en forma de silla de montar. Se cree que esta variabilidad la produjo la hibridación con ejemplares de tortuga de Floreana: C. niger. Hay constancia que algunos navíos al llegar a las costas de Isabela arrojaron por la borda tortugas vivas ya que tenían demasiado llenas las bodegas, justo antes emprender la travesía por el Pacífico.

C. becki habita un área de 246 km² donde crece un mosaico de bosque caducifolio, arbustos espinosos, bosque montano siempreverde y en las zonas más altas crecen pastizales húmedos. Se alimentan de plantas herbáceas y frutos, no consume cactáceas. Hay una singularidad, un grupo de 20 ejemplares viven aislados dentro de la caldera del volcán Wolf, en un área de 2 km² que está a 1.500 msnm, acantilados que superan los 200 m de altura las mantiene incomunicadas con el resto de su población.

Se estima que hoy en día quedan de 11.000 tortugas, la principal causa de la reducción de sus poblaciones fue la competencia con los cerdos y las cabras, por suerte, estas últimas se erradicaron en 2006. Wolf es un volcán activo, su última erupción se produjo en 2015 y también provocó la muerte de muchas tortugas.


Ttortuga gigante del volcán Darwin (Chelonoidis microphyes). Arxiu RMiB


La tortuga gigante del volcán Darwin (Chelonoidis microphyes) es de las más grandes del archipiélago, los machos miden 135 cm y las hembras 86. Su caparazón es abovedado de color marrón-grisáceo, tiene una forma intermedia entre la silla de montar y la cúpula aplanada.

Vive en las laderas del volcán Darwin en un área aproximada de 67 km², al suroeste de la caldera volcánica. En esa zona crecen bosques perennifolios y caducifolios además de praderías de herbáceas secas. Las tortugas realizan desplazamientos en función de la disponibilidad de alimentos. En época de lluvias comen hierba, hojas, bayas y líquenes mientras que en la estación seca consumen brotes, flores y frutos de cactáceas.

Esta zona fue muy castigada por los balleneros durante el siglo XIX, además tuvieron que competir con las cabras asilvestradas. Su población original se redujo un 94% y solo quedaron  unos 400 ejemplares. En 2006 se consiguió erradicar las cabras del volcán Darwin y desde entonces han mejorado sus poblaciones.

Una expedición de censo en 2019 localizó, tomaron datos y marcaron con microchips a 1150 tortugas. Estiman que su población total rondará los 2000 individuos, de los cuales el 40% son hembras, el 60% restante está compuesto por machos y juveniles indeterminados. Además comprobaron que había mejorado sustancialmente el bosque de Opuntia insularis, su principal fuente de alimento. 


Tortuga gigante del volcán Alcedo (Chelonoidis vanderburghi). Arxiu RMiB

La tortuga gigante del volcán Alcedo (Chelonoidis vanderburghi) es de las de mayor tamaño, machos miden 129 cm y las hembras 89,7 cm, tienen un caparazón con forma de cúpula. Viven entre los 400 y 1.128 metros sobre el nivel del mar, en el bosque siempreverde, en el caducifolio y en pastizales húmedos. Ocupa una extensión de aproximadamente 250 km² en donde todavía quedan ratas y gatos ferales, pero en 2006 se logró erradicar las cabras y burros asilvestrados.

Se alimenta de plantas herbáceas, líquenes, brotes tiernos y frutas, entre estas últimas es capaz de digerir el fruto del manzanillo de la muerte (Hippomane mancinella) que son muy tóxicos e irritantes. Dependiendo de las estaciones se desplazan por las laderas, bajan la base del volcán, incluso descienden al interior de la caldera. En su deambular no es infrecuente que algunos ejemplares se despeñen por los acantilados y mueran.


Chelonoidis vanderburghi copulando en el centro de cría de Isabela. Arxiu RMiB

Se cree que su población original se redujo un 83%, a pesar de lo poco accesible de su área de distribución que debió dificultar su captura. Se sospecha que la principal causa de la reducción de sus poblaciones debieron ser las erupciones volcánicas. Hoy quedan 6.320 individuos en libertad que además presentan una baja variabilidad genética, seguramente su especie pasó por algún cataclismo que provocó un cuello de botella genético al reducirse drásticamente su población. 

En la actualidad C. vanderburghi está considerada como la población más saludable porque hay un macho por cada hembra, en 2021 está cuantificada en 4.723 individuos.


C. vicina, foto de Gerardo Aisa

Los machos de tortuga gigante de Cerro Azul (Chelonoidis vicina) alcanzan los 117,1 cm de longitud y las hembras 93 cm. Su caparazón es abovedado, más ancho en los machos y más abovedado en las hembras. Habita un área de 254 km² donde crece el bosque caducifolio, el siempreverde y pastizales secos. Se alimentan de pastos, hojas, cactus, líquenes y bayas y frutos como el tóxico manzanillo.

En los últimos 200 años su población se vio colapsada por la captura por parte de los navegantes que fondeaban para hacer aguadas y reponer alimentos. Después sufrió la competencia por sus alimentos con los ungulados domésticos. Se estima que su población se redujo en un 98%, pasando de 18.000 a apenas 400 ejemplares en 1970.

Gracias a la cría y posterior liberación de los ejemplares reproducidos en cautividad en el Centro Arnaldo Tupiza, su población ronda los 2.700 individuos. El principal problema de conservación hoy en día aún sigue siendo la pérdida de sus puestas desenterradas y devoradas por los cerdos, en los pastizales el ganado vacuno pisotea los nidos y destroza los huevos. 


Chelonoidis guntheri, ejemplar en libertad en Isabela.Arxiu RMiB


La tortuga gigante de Sierra Negra (Chelonoidis guntheri) tiene un acusado dimorfismo sexual, los machos alcanzan los 120,5 cm y las hembras se queden en 92,3 cm. Según la forma del caparazón se distinguen dos razas, una lo tiene muy aplastado mientras que la otra lo tiene claramente abombado. Ocupa un área de 817 km² en el sur de Isabela, como hábitat selecciona bosques caducifolios, la floresta siempreverde, pastizales secos y zonas agrícolas. Se alimenta de hierbas, cactus, líquenes y frutas, incluido del irritante manzanillo.

Se calcula que el 99% de su población de 71.000 individuos se redujo a partir de la llegada de los primeros navegantes. Las causas de su declive son comunes a las que afectaron al resto de tortugas gigantes, las capturas indiscriminadas para alimentar las tripulaciones y la instalación de asentamientos coloniales a partir de 1895. Además de las afecciones provocadas por la fauna alóctona, a principios del siglo XX comenzaron a cazarlas para obtener unos míseros litros de aceite con los que alumbraban las calles de las principales ciudades de Ecuador. En 1970 solo quedaban en torno a 400 ejemplares acantonados en las zonas más recónditas.

Con la declaración del Parque Nacional las cosas mejoraron. Buena parte de su área de distribución coincide con la única zona habitada de Isabela y con los cultivos por lo que siguen teniendo que competir con los animales domésticos.

Desde el año 1998 se reproducen en cautividad el Centro de Crianza Arnaldo Tupiza Chamaidán. Comenzaron con 18 tortugas reproductoras procedentes de la población de Cinco Cerros, desde entonces han nacido más de 1.000 individuos en cautividad que después han liberado en sus lugares de origen, una vez alcanzados los 5 o 6 años de edad.


Tortuga gigante del oeste de Santa Cruz (Chelonoidis porteri)

 

ISLA DE SANTA CRUZ

La isla de Santa Cruz cuenta con una superficie de 986 km² y una altura máxima de 865 m. Hasta hace bien poco se consideraba que todas las tortugas de la isla pertenecían a la especie tortuga gigante del oeste de Santa Cruz (Chelonoidis porteri). Los machos de esta especie alcanzan una longitud de 115 cm mientras que las hembras llegan los 96,5 cm, se ha comprobado que pueden alcanzar los 175 años de edad.

Como la mayoría de las tortugas galapeñas selecciona para vivir el bosque siempreverde, el caducifolio y tierras de cultivo, su área de distribución se extiende por 254 km² en el oeste de la isla. Se alimenta de todo tipo de herbáceas, juncos, hojas tiernas, frutos de los cultivos, cactus, musgo y líquenes, circunstancialmente pueden consumir carroña. Dependiendo de la estación realizan desplazamientos de hasta 10 km para acceder a zonas con más recursos. Son agresivas a la hora de aparearse o defender los lugares propicios para depositar sus puestas.

Esta especie debió ser abundante, se estima que su población óptima sería de unos 35.000 individuos. Con la llegada de nuestra especie se generalizaron las capturas, como en el resto del archipiélago, se sumó la competencia por el alimento con los animales alóctonos. Los huevos y jóvenes neonatos son presa fácil para jabalís, ratas o las recién llegadas hormigas de fuego. Hoy deben quedar unos 3.400 ejemplares en libertad.


Tortuga gigante del este de Santa Cruz (Chelonoidis donfaustoi)


En 2015 una investigación genética realizada en Santa Cruz identificó una nueva especie de tortuga en los alrededores del cerro Fatal que bautizaron como tortuga gigante del este de Santa Cruz (Chelonoidis donfaustoi).

Esta especie es ligeramente más grande que su vecina C. porteri, los machos alcanzan los 117,5 y las hembras llegan a los 112,8 cm. Comparte con ellas el tipo de hábitat y alimentación pero se distribuye en un área diferente de unos 80 km² sin solaparse, también realiza desplazamientos nómadas en busca de zonas de alimentación propicias.

Se cree que su población original sería de 13.500 ejemplares, en 2018 se censaron 403 tortugas y las últimas estimas son de 550 ejemplares, y lo que es peor, tienen una muy baja variabilidad genética. Han sufrido la misma problemática que sus vecinas próximas, en la actualidad le perjudican las ratas y las hormigas de fuego (Solenopsis geminata) que diezman a los neonatos. Para mejorar su situación desde 2018, entre los meses de julio y diciembre se protegen los nidos de tortugas con malla galvanizada de un metro cuadrado para evitar la predación por parte de cerdos y gatos. 

Nuevos estudios del ADN apuntan que en realidad en Santa Cruz habría tres poblaciones distintas de tortugas gigantes.

 

Tortuga gigante de la Española (Chelonoidis hoodensis)

ISLA ESPAÑOLA

La isla Española tiene una superficie de 60 km² y su altura máxima llega a los 125 m, en ella vive la tortuga gigante de la Española (Chelonoidis hoodensis). Es la especie más pequeña de Galápagos, los machos alcanzan los 85,5 cm y las hembras 76,9 cm. Tiene un caparazón negro con forma de silla de montar con una acentuada hendidura cervical.

Habita el bosque caducifolio, zonas con matorrales y pastizales secos. Se alimenta básicamente del nopal, complementa su dieta con pasto, flores y frutos. Esta especie es muy sensible al exceso de temperatura por lo que a medio día se refugian para descansar a la sombra.

C. hoodensis nunca fue muy abundante, se estima que su población óptima rondaría los 2.400 individuos antes de la llegada de nuestra especie. Con las capturas de tortugas realizadas por piratas, balleneros y marina de guerra se diezmó la población. Su situación se tornó crítica por la presencia de cabras asilvestradas. En 1960 sólo quedaban 14 ejemplares adultos en libertad y estaban tan dispersos que hacía años que no se reproducían.

El personal del parque capturó toda la población que quedaba, eran dos machos y doce hembras que trasladaron al Centro de Cría de Santa Cruz. En 1976 se les sumó Diego, un macho procedente del Zoológico de San Diego y este fue el padre de la mayoría de las primeras crías que prosperaron en las incubadoras. En 1978 se consiguieron eliminar las cabras, desde entonces se han reintroducido 1.900 jóvenes de los que ha sobrevivido la mitad. En 1990 se comprobó la primera puesta de tortugas gigantes de la Española en libertad después de su reintroducción, hoy su población ronda la cifra de 860 ejemplares en libertad. 

En junio de 2020, el Parque Nacional de Galápagos y su socio Galapagos Conservancy, devolvieron a la isla el grupo original de tortugas adultas con las que comenzó el programa de cría en cautividad, dándolo por finalizado al haber conseguido establecer una población viable de 2300 ejemplares. Entre las retornadas estaba incluido Diego.

 

Bibliografía: 

Arteaga A, Bustamante L, Vieira J, Guayasamin JM (Eds) (2020) Reptiles of Ecuador: Life in the middle of the world. Available from: www.reptilesofecuador.com

Reptiles of Ecuador. https://www.reptilesofecuador.com/index.html

Valledor, A. (2018). “Tortugas Terrestres Gigantes. Una revisión histórica, taxonómica, ecológica y de su situación actual”. In Makaronesia. Boletín de la Asociación Amigos del Museo de la Naturelaza y Arqueología. Nº 20. Diciembre 2018. Pp 156-209.

Parque Nacional Galápagos – Parque Nacional Galápagos (galapagos.gob.ec)


Texto y fotos de Rafa Muñoz/Arxiu RMiB. Otros autores especificados en el pie Foto.


El autor con un ejemplar en libertad de C. guntheri en Isla Isabela. Foto de Maika Alquezar